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Mostrando entradas de agosto, 2015

Walter

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                                                           Walter              En los años que llevo trabajando en esta compañía, me he topado con personas de todo tipo: alegres, perezosas, cómodas, sinceras, mentirosas y entusiastas. Pero nunca creí encontrar todas estas virtudes en una sola persona. Recuerdo la primera vez. Fue cuando nos presentaron a Walter, un sujeto con una excelente dicción. Repitió mi nombre asegurando que si lo repetía inmediatamente después de conocer a la persona es más fácil memorizarlo. Es lógico, pero ¿memorizar qué? Mi nombre es común y las personas como yo, de bajo perfil, lo único que esperamos es que se acuerden de nuestras hermosas facciones y lo asocien a nuestros nombres. Cómo olvidar esa primera vez, en la que además me apretó la mano con mucha fuerza. Estoy seguro de que al igual que la técnica de repetir el nombre también leyó, escuchó o vio en una película esta antigua y útil práctica. Yo lo hice por la primera razón, y confieso que lo disf

Una hermosa mañana

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Una hermosa mañana                 De repente, me hallaba en un bus camino a mi pueblo natal, Chancay, provincia de Huaral, ubicado a una hora y treinta minutos al norte de Lima, cruzando el Histórico puerto de Ancón. Podía apreciar las olas y el inmenso Océano Pacífico, de aguas profundas y azules, que bañan los pies del serpentín de Pasamayo, carretera repleta de cerros prominentes y arenosos. El bus recorría un camino angosto de solo dos carriles; de ida, iba cerca del precipicio de más de cien metros de alto divisando el horizonte y viendo cómo las olas reventaban a los pies del camino. Era inevitable pensar que, si el conductor hacía una mala maniobra, la muerte sería segura; de regreso, el peligro no era menor, ya que encima se encuentran unas rocas milenarias apenas tapadas por la tierra que tiende el viento. Foto Google-imagenes Después de más de una hora de viaje, el bus llegaba a la plaza principal de la ciudad de Chancay. Redonda y gigante, con una glorieta estilo

Marcas de salvación

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Marcas de salvación Esta gripe está acabando con cada parte de mi cuerpo. Siento los músculos y huesos muy sensibles; tanto, que estoy seguro de que si una hormiga caminara por mi espalda, sentiría cada paso de sus diminutas patas. Estaba solo en casa. No tenía a nadie a quien dar aviso, sentía que me desvanecía y la fiebre era tanta, que en mi frente podría freír dos huevos y prepararme una tortilla. Mis ojos estaban hundidos y casi tostando las pestañas. Lo único que funcionaba correctamente era mi pensamiento y la especial sensibilidad que dominaba mi ser. Mis oídos se agudizaron al máximo, pero no era capaz de moverme ni de hablar. Mi parte consciente quería gritar por ayuda pero mi subconsciente sabía que era inútil intentarlo. Entonces, ¿qué debía hacer? Estaba postrado en la cama, mi respiración se complicaba cada vez más, ya que solo entraba el aire por un orificio de la nariz; el otro estaba tapado. El silencio invadió la habitación, la presión del silencio retumbaba hun